Mi primera vez en Londres fue en el 1977.
Hace mucho tiempo. Aún recuerdo el día
en que aterricé en el aeropuerto de Heathrow.
Fue quando murió Elvis Presley. Recuerdo desde mi
autobús, en el interminable camino de una sola dirección que me conduciría a la
estación Victoria (según el boleto de mi
autobús), la marcha de los seguidores en honor del cantante de Memphis.
Tenían en sus manos signos de su
ídolo: "Elvis nunca morirá" o "Elvis para siempre",
"Todavía vives en nuestros corazones" y cosas por el estilo.
Yo era un joven lleno de esperanza y pena, en ese
momento. Iba a Londres a olvidar un amor no correspondido; o tal vez solo
estaba buscando algo que aún no había encontrado.
En ese momento, había abandonado los estudios de mi
universidad, sin dinero, sin trabajo, sin amor. Solo como una piedra sola puede
ser.
No había sido realmente muy aficionado a Elvis;
seguramente mucho más a Jimmy Hendrix;
Elvis era un mito demasiado controvertido a mis ojos; un gran cantante, por
supuesto, no diría que no; pero a veces me sentía como si hubiera sido
explotado por la industria exitosa estadounidense; ese tipo de negocio capaz de
crear (y también destruir, si ellos quisieran) cualquier tipo de mito,
cualquier tipo de estrella; '¿ya sabes? Esa clase de víctima del star
system americano como Marilyn
Monroe o James Dean. Yo era bastante crítico del capitalismo en ese momento.
Pero, de hecho, ya tenía demasiados problemas por mi
cuenta para criticar cualquiera cosa.
Yo solo tenía una dirección en mi bolsillo, de un
amigo que había ido previamente a Londres y con quien estaba en contacto. A
través de este amigo, me presentaron en un supermercado italiano, en King's
Cross Road. Recientemente he estado allí. Donde estaba la tienda, ahora solo
queda una insignia, cubierta de polvo.
Encontré buena ayuda allí. Un amigo del dueño, un buen
tipo Marchegiani que vendía jamones italianos, queso y otra comida italiana
especial, me encontró un trabajo en una fábrica de pizzas, en algún lugar de
Farringdon Rd. Y George mismo, me refiero todavìa al tìo Marchegiani, me
encontró un lugar para dormir: una habitación en Keystone Crescent, a la vuelta
de la esquina de su tienda, donde me cobraron 5 libras por semana, mientras que
en la fábrica mi primer salario eran buenas 40 libras semanales.
No estába nada
mal para un principiante.
1. continùa...